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 encuentro con mi escritura

Soy puertorriqueña,  profesora de español, literatura y cultura caribeña y latinoamericana. Soy madre, educadora y activista, lo cual impulsa mi escritura creativa y profesional. Soy escritora, siempre en (trans)formación. Tengo una especialidad doctoral en las teorías de identidad cultural pancaribeña y la posmodernidad en la literatura ensayística y narrativa antillana del siglo XX.

Detuve mi desarrrollo en la escritura por casi una década, pero luego de retomarla en enero de 2020, hoy, respiro mejor. Este blog tiene la intención de lograr una meta establecida hace mucho tiempo. Manos a la obra.

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  • Writer's pictureDiana Grullón García

Nos faltó decirle

Updated: Feb 11, 2021



"De niño me sentía solo, y todavía me siento así,

porque sé cosas e insinúo cosas

que otros parecen no conocer,

y la mayoría no quiere saberlas.

La soledad no consiste en no tener personas alrededor,

sino en no poder comunicar las cosas

que a uno le parecen importantes,

o de callar ciertos puntos de vista

que otros encuentran inadmisibles."

Carl Gustav Jung



Como madre me duele si no tengo a mi hija cerca. Justo al momento en que ella se va con su padre, el dolor de su ausencia me punza en el pecho como un ahogo. Es incurable, aunque uno, por supuesto, se acostumbra. Al pasar los días ese padecer mengua. La costumbre te anestesia; es lo que hace el tiempo al pasar, ayudar a sanar. Mi hija se aleja de mí de vez en cuando, por mutuo acuerdo con su padre, como sucede en muchas familias. No quiero ni imaginar cuan grande es el sufrimiento de aquellas madres y padres que tienen que vivir las separaciones forzadas de sus hijos por circunstancias violentas de la vida en las que la impotencia impera. Esas otras pérdidas que son aún más dolorosas.


Tengo sólo una hija, Janet Viera Grau tenía dos. Hijos que amaba y le quitaron. Hijos que el gobierno, en contra de la voluntad y del amor de una madre que no podía defenderse con ningún idioma, se los arrebató. Gobierno ese, el que no ha velado por el bien ni la educación de quienes más lo necesitan.


La niña que era Janet, la que asistía a la escuela San Vicente de Vega Baja, era muy feliz, al menos eso asegura la que fue su maestra. A la Janet que le impusieron distancia con sus hijos, ya no lo era. Su dolor y su agotamiento nublaron el amor hacia sí misma.


Fue una niña inteligente y talentosa, se ve en la postura que mantiene en cada una de las fotografías compartidas en las redes. En sus fotos actuales igual veo su entereza en su mirada. En las de antes, se le dibujaban las sonrisas, evidencia de las palabras de su maestra que sí atestiguan por Janet hoy. Hoy creo ver a esa Janet que quería comerse el mundo cuando avisto su mirada en sus retratos. La otra Janet, la que apenas vivió el 2021, murió del dolor que no pudo enunciar, del amor que no pudo explicar. Ni siquiera con sus manos.


Cuando mi hija no está conmigo, puedo llamarla y, al escuchar su voz, responderle y expresarle que la amo y que la extraño. Enunciar el amor es una de las ventajas de tener lenguajes para decirnos las cosas, más allá de un abrazo o un gesto o acción que lo formule, que, aunque igualmente importantes, nos valemos de las palabras y nuestros idiomas para traducirle al mundo quiénes somos y darlo a los demás. Dependemos también de los otros para que las escuchen en sintonía y así darnos a entender.




Janet Viera Grau no podía expresar su dolor ni ser entendida. A sus hijos no les podía verbalizar su amor. Sabemos que la ausencia de los nuestros no se cura del todo, queda permanente, y la intensidad fluye según visitemos ese sentimiento. Janet no pudo decir lo que sentía y quiso escapar de su congoja. ¿Qué le pasó a la niña feliz cuando cursaba sus años de escuela? Ella tenía la esperanza de ser adulta y aprender por fin a decir con sus manos, a ser comprendida, a comunicar las cosas lindas que tenía dentro sí.

¿Qué le pasó a su porte gallardo y seguro? Esa hermosa adolescente, y luego mujer, de mirada que hablaba a falta de palabras, la que tenía tanto que dar, pero le faltó dirección, compasión, sensibilidad, educación, entendimiento.


Nos faltó mirarla a los ojos y sentarnos a indicarle que estaremos a su lado.

Nos faltó decirle que sus hijos volverían.

Nos faltó asegurarle que le brindaríamos lo necesario para que aprendiera a ser partícipe de nuestra sociedad, con sus manos.

Nos faltó ofrecerles igualmente las herramientas a sus padres, a sus hijos, a sus vecinos, a su barrio.


Ya no le diremos que debimos haberlo hecho desde su niñez.

Ya no le diremos que conocerá a más personas como ella y que será parte de una comunidad de apoyo.


A Janet, ya no le diremos que sus hijos pueden jugar con los nuestros y luego construir futuros juntos. ¿Quizás ellos les podrían enseñar el lenguaje de señas a los nuestros?


Ya Janet Viera Grau no nos 'escuchará', ya no puede, le fallamos.

Janet hoy descansa de esta vida que le fue tan dura, el golpe final fue la tortura de no tener a sus hijos cerca.


Murió por la angustia de no poder comunicar su desesperación.

Murió por no encontrar quién la entendiera.

Murió por un gobierno que nos deja a la deriva una y otra vez. A unos más que a otros.

Ya no podemos decirle estas cosas a Janet.

¿Esperaremos a no poder decirle a las próximas?

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