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 encuentro con mi escritura

Soy puertorriqueña,  profesora de español, literatura y cultura caribeña y latinoamericana. Soy madre, educadora y activista, lo cual impulsa mi escritura creativa y profesional. Soy escritora, siempre en (trans)formación. Tengo una especialidad doctoral en las teorías de identidad cultural pancaribeña y la posmodernidad en la literatura ensayística y narrativa antillana del siglo XX.

Detuve mi desarrrollo en la escritura por casi una década, pero luego de retomarla en enero de 2020, hoy, respiro mejor. Este blog tiene la intención de lograr una meta establecida hace mucho tiempo. Manos a la obra.

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  • Writer's pictureDiana Grullón García

Las calles, las redes, las ventanas abiertas



Crecí creyendo que salir a la calle a protestar era algo malo. Solicitar, ser aceptado y asistir al primer centro docente público del país, venía acompañado del “¡Ten cuidado con las huelgas!” o del “¡Mira, que te van a abrir una carpeta!” que, para una inmensa cantidad de los estudiantes, encaraban, entre tantas otras cosas a esa edad, ese proceso de solicitar estudios universitarios en un lugar donde educarse a precio accesible casi siempre había sido puesto en tela de juicio y visto con recelo. Se emprende así cierta lucha de pueblo cuando, contra viento y marea y con inocencia, se cruzan los portones de nuestra universidad hacia la posibilidad de un mejor futuro.


A pesar de las advertencias del supuesto peligro que conllevaba ser estudiante en esta institución pública, asistí al recinto riopiedrense. Sin embargo, nunca fui parte de las huelgas estudiantiles, prefería hacerle caso al miedo que, inculcado durante mi corta vida para repeler este tipo de actividades, logró mantenerme alejada de la política por bastante tiempo.


No voy a mentir, me incomodaba participar porque ignoraba el tema y creía que mi desconocimiento me protegía del caos social de la realidad colonial que, asumía yo, no me correspondía. Supe luego que parte de la ciudadanía tenía una impresión similar. Por esto, los eventos que pasaban, los veía de lejitos, como el paro de la Telefónica y sus violentas consecuencias, las luchas contra la ocupación de la Marina en Vieques y, luego, la huelga de la universidad en el 2005. Pasé por todos estos acontecimientos de nuestra historia, enajenada, no veía cómo se hundía mi país, gritando preludios de lo que hoy se vive.





Ese pasado se reduce a un trasfondo borroso, estridente y murmurador que, como tal, me sirvió de excusa perfecta para no involucrarme.


Desconocía tanto que, en mi proceso de aprendizaje profesional y académico, iba descubriendo mi ignorancia, pero comenzaba a darle forma a un nuevo Puerto Rico: a pensar por mí y, sin saberlo, a reconstruir mi identidad puertorriqueña desde mi propia verdad y no desde la manipulada por el entorno colonial en el que todos vivimos. Ese pensamiento en desarrollo, contrario a todo aquello que me había aleccionado al crecer, era la dura y rancia manecilla de una ventana cerrada que oscurecía mi mirada crítica.





Fotos tomadas de la cuenta de Twitter de @ujsmst



A más de 20 años de esa realidad, del constante desdeñar la educación accesible, de la violencia contra el primer centro docente del país y sus estudiantes, y contra la clase obrera, todavía hoy se sufre de ventanas y puertas cerradas ante la lucha universitaria y ante nuestro deber ciudadano. Seguimos escuchando improperios contra quienes se atreven a combatir las injusticias sufridas por varios sectores de la sociedad a través de las décadas; continuamos viviendo la minimización y precarización de los derechos a los servicios esenciales públicos para nuestro pueblo. Parece una disputa de pocos, pero es la gran cruzada, alarido de auxilio, en pro del futuro de las próximas generaciones puertorriqueñas. Se repiten estribillos que no hacen más que acusar sin intención de conocer, ni de entender, ni de dialogar, ni mucho menos de confrontar la situación política que nos han impuesto y que se asoma a patadas entre las rendijas de los pliegues de las persianas que siempre debieron permanecer abiertas hacia la LUZ, hacia la verdad.


Para los más de cinco millones de puertorriqueños que nos encontramos en la llamada diáspora, estar físicamente fuera de la isla no es sinónimo de silencio, no es una puerta cerrada, no es renunciar a conocer lo que vive la juventud del país o lo que sufren los pensionados, ni todos los que han salido a la calle para reivindicar cómo se ha mal definido este concepto en nuestra sociedad colonial, vilipendiada y ultrajada, que ha sido capaz de creerse esa visión adulterada sobre lo que verdaderamente significa manifestarse en las calles, lo que históricamente ha sido parte de las luchas democráticas de todos los pueblos. Actualmente aunque podemos acceder a información por las redes, aún el desconocimiento histórico, que tantas veces asusta, nos choca de frente a diario y nos reta a hacer algo.


Foto tomada de la cuenta de Twitter de @Vaquero2XL



Tenemos la responsabilidad de conocer lo que somos y de desaprender lo que, por siglos, gobiernos se han encargado de ensuciar y disfrazar sobre nosotros. Hoy más que nunca, hay que abrir ventanas y puertas, desde las calles, en la universidad, o desde "acá afuera", dar voz a lo nuestro, pues, las redes son nuestras calles, y la lucha en las calles, consolidan nuestras redes; sostienen nuestra posibilidad de ser mucho más de lo que como país se nos ha permitido ser.

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