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 encuentro con mi escritura

Soy puertorriqueña,  profesora de español, literatura y cultura caribeña y latinoamericana. Soy madre, educadora y activista, lo cual impulsa mi escritura creativa y profesional. Soy escritora, siempre en (trans)formación. Tengo una especialidad doctoral en las teorías de identidad cultural pancaribeña y la posmodernidad en la literatura ensayística y narrativa antillana del siglo XX.

Detuve mi desarrrollo en la escritura por casi una década, pero luego de retomarla en enero de 2020, hoy, respiro mejor. Este blog tiene la intención de lograr una meta establecida hace mucho tiempo. Manos a la obra.

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Puerto Rico: intra/extracostas (posenero 2020)

  • Writer: Diana Grullón García
    Diana Grullón García
  • Feb 1, 2020
  • 5 min read

Updated: Nov 2, 2020

Despierto cada dos o tres horas, determino cuánto más ha pasado desde la última vez que miré mi celular y calculo la diferencia del tiempo: “una hora, la Florida, otra, casa”. Me aseguro si son pasadas las cuatro de la madrugada allá, leo, respiro profundo, apago la pantalla. Siempre tiembla a esta hora, pienso. Mi rápido vistazo al Facebook me confirma si ha vuelto o no a temblar. Hay noches en las que no puedo poner a un lado esa ventana al Caribe y seguir durmiendo. La brillantez del aparato lastima mis ojos, pero la ansiedad lo resuelve estrujando los párpados, achicando el espacio que distingue la luz y escroleando el índice que le sirve de muletilla al atisbo que lee, o bien escanea, “temblor”, “tembló”, “se está moviendo”, “¿lo sintieron?”, “se mueve”, “ya no puedo dormir”, “¿va a seguir?”, “así no se puede”. La ilusión de estar informada me lleva a soltar el teléfono, doy la media vuelta, cierro los ojos, hace frío, busco el sueño. En varios minutos, pensando que tal vez ha pasado como una hora más, el dedo adicto al escrol reclama moverse y llega, quizás por tercera vez en esa noche, a un portal abarrotado de sinevidencias y nicertezas.


Vivir Puerto Rico desde las redes sociales duele. Sin embargo, da miedo decirlo cuando se sabe que duele más estar allá y que ese dolor, sin querer (me da la impresión), anula el de la diáspora. ¿cómo atrevernos a hablar de sufrir un huracán o un terremoto virtualmente? ¿cómo duele lo que solo está frente a nuestros ojos a través de una pantalla? Dos años viviendo las secuelas de María desde la distancia y, la agonía del no estar allí, la culpabilidad de no vivirlo directamente, la ausencia, el #yosímequito, el #nopuedesquejarte porque no vives aquí, el #lacosanoestátanmalacomolagenteallácree de algunos otros, los vacíos, se agudizan en este largo enero de ayer que muchos deseamos dejar atrás al escribir la fecha de hoy. En la Placita fue con fuegos artificiales, yo, con publicar esto el 1 de febrero de 2020.


Pero sabemos que el dolor no es restrictivo, viaja, ondas de trasmisión que vienen del tibio murmullo de las aguas antillanas y se expanden al globo terráqueo para llegar al boricua que no puede usar su español para responder a colegas, a vecinos, a extraños, que “la familia está bien,” que “el gobierno pisotea al pueblo”, y aunque nuestros interlocutores asienten, anuncian solidaridad que no tiene sabor a mi idioma; se agradece, pero que no tiene la fuerza del “ay, bendito, a mi tía también le pasó” o del “¿de qué palte de la isla eres?” Esto sí puede pasar en otros lugares, pero no en el Illinois rural en donde vivo hace cuatro años y medios.


Llevo años de rutina en los que suelo despertar casi todos los días a las 4:30 de la mañana. Funciono mejor a esa hora, puedo, poco a poco, preparar la greca con café puertorriqueño o cubano y sentarme a disfrutarlo. A mi ritual le bastan esos sorbos de café, el teclado y pantalla de la computadora, material para corregir y el hilo del humo del Nag Champa que nunca falla, su olor me transporta a mis tiempos en Santa Rita, ese redondel en la calle Humacao que sigue habitándome.


Esa rutina mañanera fue afectada por mucho tiempo en ese funesto septiembre de 2017, cuando las redes sociales se convirtieron en mis aliadas, hasta una aplicación de teléfono que tenía funcionalidad de walky-talky me llevaba a confabular desde la distancia las distintas maneras de ayudar, queriendo facilitar canales de comunicación, algo que sabemos faltó en la isla por mucho tiempo. Pero este hábito mío, el de despertar con las gallinas, en esta ocasión ha sido interrumpido de otra manera: la tragedia vino acompañada del sabor amargo de hace casi tres años; ha llegado con contundentes reclamos del pueblo que usa el ciberespacio como trampolín de ayuda, que, incluso (quiero creer), aspira a arrancarles las caretas a nuestros verdugos.


En María la información nos llegaba a cuenta gotas, en los temblores al instante. Esa instantaneidad se debe a que más de la mitad de la isla sí puede conectarse a las redes, anunciar cuando tiembla, denunciar al gobierno, protestar en las calles, sobre todo después de julio de 2019 (#veranoboricua19), organizar ayudas y recogidos de suministros, develar realidades. El esfuerzo impulsado por el dolor de ver a los nuestros desde un afuera, esta vez, nos acerca. No que no nos haya acercado en el 2017, pero ahora hay ciertas lecciones aprendidas que, en lugar de venir del sinsentido de los que se quedan versus los que se van, viene del nos cansamos de la mierda del cada día que se vive en nuestra colonial existencia.


Una de esas mañanas rutinarias, después de darle autonomía al escroleador dedo, y al atisbo, me levanto. Una vez corroboro que no ha sonado la alarma, todavía no es hora, faltan 15 minutos, no importa, ya que más da, en modo automático camino al baño, orino, me lavo los dientes y la cara, celular en mano, bajo las escaleras, llego a la cocina, preparo el café, me siento. Facebook, ante mis ojos, había dejado de ser suficiente a partir del pasado 28 de diciembre de 2019. Esas 4:53 me hicieron recordar que en septiembre había abierto una cuenta en Twitter con la ilusión de estar mejor informada. No bregó mucho. En aquel momento no me había sido útil, pero intentarlo nuevamente me pareció buena idea. Confieso que no estaba preparada para el campo de batalla que se me advenía en esta otra plataforma. Twitter es un combate sin tapujos, de puta y de pendeja pasé a ser idiota y comunista. Oquei, ya voy entendiendo cómo me manejo en este otro espacio, no obstante lxs obsequiosxs, tengo cinco personas que me siguen y nuevas vías de indagación.


Los temblores tienen fechas, horas, minutos, dolor, pero no nombres. Humanizamos los huracanes porque visitan anunciándose a los cuatro vientos (valga la ironía). Pero cuando tiembla, sorprende murmurando, como doloroso chisme que sin previos trámites sacude las entrañas del presente. El ya conocido terremoto, Eldel7deenerode2020alas4:24am, meció los cimientos de mi país y nos recordó a las nombradas Irma y María sobre la ya sabida corrupción política que muchos aún no han querido reconocer. La rutina, al menos la mía, siempre incluye Puerto Rico en cada respiro, siento los temblores a diario, no como murmullos que suenan y que me jamaquean físicamente, sino como inyecciones, de esas que duelen y nos amoratan, que me empujan a gruñir con mis palabras, a llorar el dolor de mi isla a diario con lo que leo y lo que veo, lo que viven y vivo: temblor, aterradxs, correr hacia afuera, carpas, dormir al intemperie, temblor, refugios, equis rojas, meteorito, almacenes de suministros, despidos cual actuación barata, temblor, lluvias torrenciales, inundaciones, están felices en las carpas, varados en Miami con bebé en brazos, Lares, Adjuntas y Utuado también duelen, no solo el sur, toda la isla duele, temblor que sienten todos, hipotecas por cobrar pero techos que no están, pueblo que se mueve, gobierno que roba, que manipula, que aumenta el 4% de la luz y reduce las pensiones en plena crisis. ¿Crisis? Hace tanto.


Desde acá, desde mi #ellavivealláafuerahacemásde10años, desde el exagerado orgullo que siento de mi puertorriqueñidad (si es que es posible la exageración en este caso), hago lo único que puedo hacer (por ahora): retomar mi escritura. Hoy, por fin, escribo.

ree


 
 
 

1 Comment


thaniavelez
Feb 02, 2020

Amiga, Super Orgullosa de lo que has logrado! Sabes que te quiero y extraño de amontones. 💃🏽🇵🇷sigue expresándote!

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